domingo, 19 de febrero de 2017

LA PARÁBOLA DEL HOMBRE RICO Y EL POBRE LAZARO

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. (Lc, 16, 19-31).

En esta parábola nos enseña que Dios nuestro Padre dejo a Moisés sus mandamientos para que los cumplamos y los llevemos a la fermentación de los ambientes con nuestro testimonio de vida.
También nos hace la invitación de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, osea a nuestros semejantes. sea conocido o desconocido, ya que, cada vida es un don y merece acogida, respeto y amor.  La palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil.  Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.  

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