domingo, 12 de agosto de 2012

EL AMOR...

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El amor, sublime impulso de Dios, es la energía que mueve los mundos, todo crea, todo transforma, todo eleva. Palpita en todas las criaturas, alimenta todas las acciones:

El odio es el amor que se envenena.
La pasión es el amor que se incendia.
El egoísmo es el amor que se concentra en sí mismo.
El celo es el amor que se envilece.
La rebeldía es el amor que se pierde.
El orgullo es el amor que enloquece.
La discordia es el amor que divide.
La vanidad es el amor que ilusiona.
La avaricia es el amor que encarcela.
El vicio es el amor que embrutece.
La crueldad es el amor que tiraniza.
El fanatismo es el amor que petrifica.
La fraternidad es el amor que se expande.
La bondad es el amor que se desarrolla.
El cariño es el amor que florece.
La dedicación es el amor que se extiende.
El trabajo digno es el amor que se perfeciona.
La experiencia es el amor que madura.
La renuncia es el amor que ilumina.
El sacrificio es el amor que santifica.

El amor es el clima del universo, es la religión de la vida, es base al estímulo y fuerza de la creación. A su influjo la vida se agrupa en este o en aquel sitio aislado. Cuando se retira la influencia, reina el caos. Con él, todo se clarifica, lejos de él la sombra coagula y prevalece. En resúmen, el bien es el amor que se desdobla en busca de la perfeccion en el infinito según los propósitos divinos y el mal es simplemente el amor fuera de la ley, sublimándose para la inmortalidad.

Cohélet Hijo de David, excelente tú sabiduría

Eclesiastés 1, 1-18 Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén. ¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, to...