Ahora paso a contestar las preguntas que ustedes me hicieron en su carta. Seria preferible no casarse; pero por el peligro de la prostitución, cada uno debe tener su propia esposa y cada mujer su propio esposo. Y tanto el esposo como la esposa deben cumplir con los deberes propios del matrimonio. Ni la esposa es dueña de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposo, ni su esposo es dueño de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposa. Por lo tanto, no se niegue el uno al otro, a no ser que se pongan de acuerdo en no juntarse por algún tiempo para dedicarse a la oración. Después deberán volver a juntarse; no sea que, por no poder dominarse, Satanás los haga pecar.
Todos esto lo digo más como concesión que como mandamiento. Personalmente, quisiera que todos fueran como yo; pero Dios ha dado a cada uno diferentes dones, a unos de una clase y a otros de otra.
1ra. Corintios 7, 1-7
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