lunes, 3 de agosto de 2009

CONSAGRACION A MARIA

“Consagración de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, por medio de María”.
San Luís Mª Grignion de Montfort (”Tratado de la verdadera Devoción a la Santísima Virgen”)

¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre Virgen! Te adoro profundamente en el seno y en los esplendores de tu Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, tu dignísima Madre, en el tiempo de tu Encarnación.
Te doy gracias porque te has anonadado tomando la forma de un esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio. Te alabo y glorifico porque te has sometido a María, tu Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por ella tu fiel esclavo. Pero, ¡ay!, ingrato e infiel como soy, no he cumplido las promesas que tan solemnemente te hice en el bautismo; no he guardado mis deberes, no he merecido ser llamado tu hijo ni tu esclavo, y como no nada hay en mí que no merezca tu repulsa y tu cólera, no me atrevo a acercarme por mí mismo a tu Santísima y Augusta Majestad. Por esto he recurrido a la intercesión de tu Santísima Madre, que tú me has dado como medianera ante ti, y por este medio espero obtener de ti la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.
Te saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!, tabernáculo viviente de la Divinidad, en donde la sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por lo ángeles y los hombres.
Te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido, todo lo que está debajo de Dios.
Te saludo, ¡oh refugio seguro de los pecadores!, cuya misericordia no falta a nadie; escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibe para ello los votos y las ofertas que mi bajeza te presenta:
Yo, N.N., pecador infiel, renuevo y ratifico en tus manos los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz detrá de él todos los días de mi vida.
Y, a fin de que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, te elijo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y mi Señora.
Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, otorgándote un entero y pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a tu agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.
Recibe, ¡oh Virgen benignísima!, esta pequeña ofrenda de mi esclavitud en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría encarnada quiso observar con tu Maternidad; en el homenaje del poder que ambos tenéis sobre este pequeño gusano y miserable pecador; y en acción de gracias por los privilegios con que te dotó la Santísima Trinidad.
Declaro que adelante quiero, como verdadero esclavo tuyo, procurar tu honra y obedecerte en todo.
¡Oh Madre admirable!, preséntame a tu querido Hijo en calidad de eterno esclavo, a fin de que, como me rescató por ti, me reciba de tus manos. ¡Oh Madre de misericordia!, hazme la gracia de alcanzarme la verdadera sabiduría de Dios y de colocarme a este efecto en el número de los que amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como hijos y esclavos tuyos; ¡Oh Virgen fiel!, hazme en todo tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, tu Hijo, que por tu intercesión y a ejemplo tuyo, llegue, a imitación tuya, a la plenitud de la perfección sobre la tierra y de la gloria en los cielos. Así sea.

El que pueda entender, que entienda (Mt 19, 12).

¿Quién es el sabio que entiende estas cosas? (Sal 106, 43).

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